La transformación de un apartamento del siglo XIX en Italia, que realza sus características históricas con toques de modernidad. El objetivo del diseñador duearchitetti fue crear un ambiente elegante y funcional, donde techos de madera, puertas de época y suelos de cemento dialogan armoniosamente.
En el ambicioso proyecto de la Casa de Andrea en Verese, Italia, el estudio de proyectos de diseño interior DUEARCHITETTI ha buscado realzar este maravilloso apartamento del siglo XIX mediante el uso de madera de olmo y un diseño cuidadoso de la luz natural. El resultado final fue la enfatización de una perfecta combinación entre pasado y presente, otorgando al apartamento una atmósfera acogedora y refinada.
Un primer boceto intuitivo del portal de entrada cobró vida inmediatamente después de una visita preliminar a la casa. Esta representación gráfica parecía surgir casi como un imperativo, impulsada por el deseo de capturar la esencia del edificio e identificar el elemento clave del proyecto.
La propiedad se encuentra en el último piso de una imponente estructura que data del final del siglo XIX, caracterizada por una fachada que combina hábilmente elementos históricos y una vibrante tonalidad de amarillo que realza su estética. La exploración de la propiedad por parte del estudio de arquitectura está liderada por Andrea, el cliente, quien, revelando uno tras otro los espacios interiores, introduce a los diseñadores en un mundo donde una luz tenue de invierno ilumina ambientes auténticos, bien proporcionados y amueblados con puertas de época con manijas de latón, sugiriendo posibles direcciones para la intervención.
La distribución de los espacios internos está definida por ejes longitudinales y transversales, que no solo organizan las habitaciones sino que extienden la vista hacia el verde exterior, invitando a crear un proyecto que realce las preexistencias con discreción y elegancia. Por lo tanto, el diseño debía ser un tributo a la elegancia innata del edificio.
La continuidad del suelo de cemento ofrece una tela en la que las sombras dibujan formas cambiantes con el paso de las horas, en un diálogo constante con los techos de madera. Esta interacción se ve realzada por las amplias ventanas que garantizan una luminosidad constante y modulada según la orientación de los espacios, haciendo que cada ambiente sea único en su relación con la luz natural.
La entrada y los espacios comunes se caracterizan por el uso de madera de olmo, cuya veta vertical y tonalidad cálida añaden un toque de naturalidad y preciosidad, magníficamente resaltado por la sencillez del cemento. Esta elección de materiales no solo enfatiza la belleza intrínseca de los mismos, sino que también subraya su capacidad de coexistir armónicamente, contribuyendo al proyecto de renovación con respeto y sensibilidad hacia la estructura existente.
