La arquitectura ha nuevamente asumido un papel protagonista en la transformación de nuestras ciudades: es el momento del Ayuntamiento como monumento democrático. Densidad y concentración, deben conciliar funciones actualmente ocultas y separadas en singulares composiciones arquitectónicas, en un complejo de propiedad y gestión del Estado, pero utilizando herramientas estéticas y formales recogidas de toda la cultura
Arquitectura y rol social. Un ayuntamiento que represente la identidad unificada
El artista Adam Nathaniel Furman, a través de esta obra conceptual, imagina un Ayuntamiento ideal en el que cada elemento se articula como una expresión arquitectónica distinta, generando una tensión entre el todo y sus partes, expresando el diálogo en democracia entre la necesidad de consenso y los valores compartidos
En la imagen de una entidad unificada, cada elemento se articula como una expresión arquitectónica distinta, generando una pluralidad arquitectónica en la unidad compositiva. Una fachada cuyo papel es hablar más fuerte, más elocuentemente, que cualquier otro edificio de la ciudad
El ayuntamiento se convierte así en una exposición permanente al aire libre que proporciona una base icónica para las iniciativas y eventos que tienen lugar dentro del complejo. Los grandes espacios interiores polivalentes evitan la estética neutra de la flexibilidad y están completamente impregnados de patrones decorativos que imprimen un orgullo y confianza compartidos en las paredes de las habitaciones
Los mecanismos de la democracia, de los debates y de las votaciones no solo deben ser accesibles y transparentes, sino que deben enmarcarse y presentarse de la forma más espectacular, como procesos maravillosos dignos de participación y respeto. La próxima encarnación del Ayuntamiento será una encarnación monumental de nuestra democracia liberal en evolución, en la que el lenguaje y la expresión arquitectónicos pueden encarnar y reconciliar las tensiones perpetuas entre mercado y estado, entre minoría y mayoría
Estamos viviendo lo que se percibe como una de las crisis más intensas de nuestra democracia durante generaciones, lo que significa que es el momento perfecto para construir los Monumentos para el Renacimiento. En la crisis se encuentra la mayor oportunidad de reinvención. En cada isla de progreso pueden surgir monumentos democráticos de sustento simbólico
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